- Violencia, el monstruo sin freno en México.
- Silencio una herramienta de la injusticia.
- México sendero se la inseguridad.
Violencia, palabra de acentuación grave y tres silabas; pero también el vocablo en el que se encuentra la realidad de nuestro país, un escenario que es rebasado y edificado día a día entre miedo, heridas, silencio, ceguera y sordidez, no por voluntad, sino por fuerza; temibles son las notas que parecen reproducirse en los periódicos y diarios de todo espacio del país, un temible mal que se agudiza y parece mamamos desde el nacimiento.
Feminicidios, desapariciones, asesinatos, atracos, robos, violaciones y muerte son las palabras que en el léxico actual se han convertido en cotidianas; datos oficiales del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública registraron en el mes de julio de 2018 que México se convirtió en el mes más violento en 21 años, donde tan sólo en los 31 días del mes se registraron 2.599 homicidios; se cree mentira, pero parece que ahora la vida y muerte de una persona se ha convertido en un negocio redituable para las mafias que poco a poco controlan y se apoderan de cada parte de nuestro país, el que debe otorgarnos bienestar social y seguridad.
La realidad no cambia mucho en la actualidad, a pesar del cambio de poder en el país y la estrategia planteada por el presidente, Andrés Manuel López Obrador, en los dos primeros meses de este 2019, se registraron 5 mil 803 casos de personas que fueron asesinadas, cifras que ayudaron a calificar el inicio del año como el más violento hasta ahora registrado.
¿Es pues que nuestro temor a ser víctimas, a ser ofendidos, a ser callados, es la razón qué nos impide no exigir?, ¿o es por otro lado qué hemos llegado al hartazgo y perdido la fe en lo que debe ofrecer por ley nuestro país, qué incluso asumimos la defensa y justicia por nuestra cuenta como salvación?
Con las ideas arremolinadas y tras indagar en varios temas de los que pude tocar, lo decidí, asumí al silencio como una herramienta poco viable, para un mundo en donde gritar parece la respuesta más pronta para una solución real ante cualquier acto de injusticia.
Con el tiempo nos hemos vuelto cómplices, alimentamos la violencia, nos volcamos indiferentes, criticamos y forcejeamos a fin de proteger nuestros intereses, siendo egoístas, aceptando pequeños actos que desde la infancia nos enmarcan en un espacio donde la violencia es un modo de vida, pues ya es poco relevante pero habitual en nuestro vivir.
Entre periodistas atacados, alumnos arremetiendo contra compañeros, mujeres violentadas e infantes desaparecidos nos volcamos en una realidad de miedo donde nuevos delitos no sorprenden añadiéndose a la lista de los ya conocidos, sin embargo, laceran nuestra realidad, nos llamamos ofendidos, pero olvidamos con pedanterías que somos parte de un registro que aumenta y parece inacabable.
La violencia crece, las marchas continúan, la esperanza se pierde y las acciones no existen o se plantean en el aire… lo cotidiano se torna en miedo, asumiendo nuestra realidad como terrible, calificamos nuestro espació como malo, entablándonos en pedir disculpas por hechos acontecidos hace 500 años, olvidando los errores connacionales con los que cargamos a diario, donde tras la independencia persisten los olvidados y explotados.
Por: Pepe Abadiano T.