Albert Einstein, el mayor científico del siglo XX, decía “locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes” ayer fuimos testigos de una de esas locuras que, sin embargo, se repiten una y otro y otra vez; como el ciego que no quiere ver que el sordo al que le habla tampoco está interesado en oír y, aún así, no deja de gritarle.
Ayer los jóvenes universitarios de la capital mexiquense se lanzaron a las calles a exigir mayor seguridad para sí mismos en el interior de las instalaciones universitarias y fuera de las mismas; una exigencia por demás válida y necesaria para poder desarrollar sus actividades escolares con tranquilidad.
Nada tiene que ver el movimiento de los estudiantes toluqueños con el de sus similares de la Ciudad de México, quienes exigen el fin de una práctica añeja de extorsión e intimidación que ha sido usada para mantener cierto control e influencia al interior de las escuelas.
La marcha de los universitarios toluqueños es una exigencia de protección a su seguridad personal, dicen en las entrevistas: que no los maten por ser estudiantes o que puedan ir a la escuela sin temor de que un sujeto armado acabara con su vida por negarse a ser víctimas de la delincuencia.
Es de reconocerse que una generación que parecía dormida haya despertado para hacer un reclamo, para alzar la voz y manifestar su malestar ante una situación que les aqueja directamente a ellos y de la cual toda la sociedad también ha sido víctima constante.
Pese a todo lo bueno, la marcha del día de ayer no es más que una locura en el sentido que Einstein le daba a la palabra, es repetir las mismas prácticas esperando que algo diferente pase.
Quizás los jóvenes universitarios no lo recuerden pues la mayoría de ellos eran todavía pequeños cuando en 2004 todo el país se coordinó para realizar distintas marchas por la paz y la seguridad en México.
Cientos de miles de personas en distintas ciudades, Toluca incluida, salieron a las calles vestidos de blanco en su mayoría para manifestar su malestar con la situación que se vivía entonces y a exigir seguridad y justicia a una autoridad que no obstante era, como sigue siendo, impotente, incapaz de dar eso que la sociedad le reclamaba.
Posteriormente, en 2011, de nueva cuenta vino un nuevo movimiento, tan locuaz como el actual, que buscó igualmente a través de una marcha alzar el reclamo de seguridad y justicia hacia las autoridades que simplemente permanecen ahí, escuchando, incapaces de hacer más nada porque no les alcanza la fuerza o la intención.
Así que si Einstein tenía razón, es una locura esperar que después de la marcha de estudiantes en Toluca las cosas cambien de algún modo; el comunicado de la Fiscalía señala que fueron atendidos por personal de la dependencia, ni siquiera por el titular que pese a la anticipación con que se anunció la marcha no se dio el tiempo de estar libre para atenderlos.
De nueva cuenta es un reclamo a oídos sordos, un grito desesperado de seguridad y justicia que no obstante no es escuchado; que como siempre tendrá una respuesta temporal que se irá diluyendo con el tiempo, al igual que la demanda de los estudiantes, porque así ha sido antes y porque no se ve que vaya a ser diferente ahora.
Lo más triste de todo es que, muy probablemente, los jóvenes estudiantes que marcharon hace 14 años exigiendo seguridad y justicia son quienes se encuentran en las mismas instituciones a las que hoy se les sigue llevando la misma exigencia, una y otra vez, en lo que se vuelve la imagen dolorosa de una locura interminable.
J. Israel Martínez Macedo