Hace algunos años conocí una historia que hoy, me parece, viene acorde para ilustrar y entender lo que significa que el presidente electo de nuestro país, diga tan desparpajadamente que los compromisos que se deben atender no se van a cumplir porque le dejan un país “en quiebra”.
En alguna ocasión, luego de un terrible escándalo, un miembro del gabinete tuvo que presentar su renuncia al cargo, al arribar su relevo encontró sobre el escritorio de la oficina un mensaje que decía: “Debo decirte que el trabajo al que llegas es arduo e ingrato, no faltarán los problemas y deberás ser muy astuto para poder lidiar con ellos.
“No obstante —continuaba el mensaje—, habrá ocasiones en que los problemas sean tan grandes que no hallarás forma de solucionarlos, para esas ocasiones, tal como lo ha hecho mi antecesor conmigo, te he dejado dos cartas en sobre cerrado que deberás abrir solo en dichas situaciones, están numeradas para que puedas usarlas según sea necesario el momento; te deseo el mejor de los éxitos en tu encomienda por el bien de nuestro país”.
Así, pasaron los meses y el primer momento de una crisis severa en él área llegó, el nuevo miembro del gabinete y su equipo no encontraban una salida y entonces recordó el mensaje y las dos cartas; revisó en su escritorio y efectivamente ahí estaban los dos sobres con los números “1” y “2” respectivamente.
Tomó la carta marcada con el “1”, la abrió y encontró un mensaje de su antecesor que decía: “Cúlpame a mi”. El nuevo miembro del gabinete lo pensó un poco y vio que esa era la única salida, agradecido con su antecesor salió a declarar que todo había sido por fallas de la administración anterior pero que buscarían sobrellevar la situación a pesar de ello, en esta ocasión la había librado.
No obstante, meses más tarde, ocurrió una nueva crisis, ante la falta de respuestas el nuevo miembro del gabinete recurrió a la segunda carta que su antecesor le había dejado esperando hallar ahí una nueva solución, abrió el sobre marcado con el número “2” y en el interior el mensaje era contundente: “Consigue sobres y escribe dos cartas”.
Ayer, aún sin rendir protesta como Presidente de México, Andres Manuel López Obrador abrió el primer sobre para culpar a la administración actual de que la suya, la que todavía no empieza, no podrá cumplir con todo lo que se le pide por las condiciones en las que le dejan el país, aunque sus compromisos de campaña sí.
Peor aún, el presidente electo utilizó el término “bancarrota” para tratar de hacer que la gente dimensione el tamaño de problema que le deja su antecesor. No sé si López Obrador entienda lo que significa y el alcance que tiene la palabra en términos de negocios pero que además la use quien estará al frente del gobierno para describir la situación económica del país, no suena nada bien.
Habrá que esperar qué tan en serio se toman la declaración los inversionistas extranjeros y nacionales pero, sobre todo, las calificadoras que han mantenido a México en un buen nivel durante los últimos años, en algunos casos parece que con pinzas, pero ahí hemos estado.
Que “México está en bancarrota” no es algo que la gente de negocios, los dueños del dinero, quieran escuchar; tampoco algo que los políticos quisieran que se anduviera diciendo por ahí porque les complica por completo sus gestiones y sienta las bases para una incertidumbre de tal nivel que nos haría ver que aquel “error de diciembre” de 1994 fue apenas un mal sueño respecto a la pesadilla que se avecinaría.
Por donde se le busque, una declaración de este tipo no puede tomarse a la ligera, aún si es solo para tratar de justificar, desde ahora, lo que ya todos sabíamos desde antes de la elección: que no había, hay, ni habrá forma de que López Obrador y su equipo pudiera cumplir con todo lo prometido, acaso apenas con algo de lo ofrecido.
Habrá que esperar cómo reaccionan los mercados ante el anuncio del presidente electo de que México está “en bancarrota” pero es un hecho que para no haber tomado posesión del cargo aún, es muy temprano para abrir la primera carta.
Era evidente que se le empezaban a acumular las promesas por incumplir aún antes de iniciar su gestión, en buena medida culpa de querer mantener su presencia en medios con cualquier pretexto y haciendo anuncios sin ton ni son.
Ahora es víctima de este no querer esperar, de no guardarse. Ha dado una declaración desafortunada y tendremos todos que esperar a ver qué pasa; es de esperarse que los actores del actual gobierno salgan este día a desmentir que el país esté quebrado, a demostrar que aún hay solvencia económica y que no se entregará en las condiciones que el presiente electo ha mencionado.
Le corregirán la plana porque ni a los entrantes ni a los salientes les conviene una crisis de transición como ocurrió en aquel terrible proceso entre Salinas y Zedillo que los mantiene, hasta la fecha, enemistados uno con el otro.
Como sea, Andrés Manuel sigue en campaña y alguien tiene que avisarle que esa etapa ya terminó y que aquellas estruendosas declaraciones que acostumbraba deberán ser dejadas atrás porque la administración afectada será la suya, no la de Enrique Peña Nieto, a ver qué resulta de esto que además de prematuro parece un auténtico balazo en el pie.
J. Israel Martínez Macedo