De la música y sus quehaceres

10 de noviembre de 2017

José Antonio Martínez Ramírez “El H”

 

 

Tomar la pluma (en este caso el teclado) y comenzar a hilar ideas de nuevo, para intentar hablar o escribir sobre la música, en lo más amplio del concepto no es tarea fácil, los dedos y las neuronas se oxidan, el tedio y la rutina nos absorben y de repente se descubre uno bloqueado y sin saber qué hacer, paralizado por el miedo, como cuando vemos venir un auto a toda velocidad y a punto de golpearnos.

Así estaba un servidor, hasta que el anuncio del cartel del Festival Vive Latino en las pantallas del Servicio Metropolitano de Transporte me dio el motivo y los elementos, y es que revisando notas en medios y redes sociales, tal parece que desde hace tiempo estamos afanados solo en criticar todo aquel line up que aparezca.

Es cierto que en buena medida, los programadores y productores de los eventos tenemos culpa de ello ya que durante años nos afanamos en ganar adeptos o llenar los eventos, a partir de los grandes nombres de los headliners del momento, pensando que tener foros llenos era sinónimo de triunfo o de éxito; aunque, con perdón de ustedes, habré de decir que esto es algo en lo que también comparten responsabilidad los asistentes, pues cuando aparecían nombres nuevos, de bandas poco conocidas (pero no por eso malas) o bien no eran los combos a los que están acostumbrados y que creen que quieren ver, no asistían.

En algún momento de mi corta carrera como programador y productor de eventos, me detuve a pensar en todo ello y entendí que la vocación, hoy día, de eventos públicos y privados, es crear nuevas “cabezas de cartel” que se incrusten en el gusto de los consumidores y con ello, además de contar con más opciones en el circuito y la escena, ayudar a equilibrar de nuevo el tema económico, pues hay quienes resultan impagables, en tanto que otros van —como se dice vulgarmente— por las chelas.

Lo anterior viene a colación, pues a pesar de que en el “Vive” —como la mayoría lo conocemos— aparecieron nombres como el de Gorillaz, que es sin lugar a dudas, una de las bandas más influyentes e importante de las últimas dos décadas, o bien el caso de Moz (Morrissey), leyenda de la música y activista incansable; muchos “críticos, comunicadores y reporteros”, así como público “conocedor”, se han dedicado a denostar el programa del evento, sin siquiera percatarse de que hay una cantidad importante de nombres que son una verdadera promesa y que llegan para refrescar la escena; también están los viejos conocidos como San Pascualito Rey, El Haragán o la Cuca (entre otros), que garantizan el ir a verlos y que seguramente dejarán con buen sabor de boca a sus seguidores y a quienes decidan arriesgarse a escucharlos, aunque difícilmente habrá quien no lo haya hecho ya.

En fin, tal parece que se trata de criticar, tan solo por llevar la contraria y ser popular.

Es importante aclarar que esto no es un elogio ni nada por el estilo, no le estoy echando flores al evento o a los organizadores; se trata de mi muy humilde opinión a partir del conocimiento de lo difícil que es (aún con los grandes recursos con los que cuenta OCESA) armar un cartel y un evento que puedan impresionar y que llamen la atención ofreciendo contenidos de calidad que logren atraer a una buena cantidad de espectadores.

Pero como decía mi madre “cada quien”; se los dejo en la mesa, ustedes tienen la última palabra,; en tanto, los espero por acá la próxima semana para seguir compartiendo música y textos, que eso siempre resultará un placer.

 

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