Andrés Manuel López Obrador será el presidente número 63 de nuestro país después de 18 años de su primer intento, las encuestas que lo favorecían con amplia mayoría resultaron las más acertadas contra los números mágicos de quienes intentaban construir la percepción de que la competencia era más reñida.
El anuncio de José Antonio Meade Kuribreña tomó por sorpresa a propios y extraños. Con la incomodidad reflejada en el rostro, casi molesto, el candidato de la coalición “Todos por México” dijo que las tendencias no le favorecía y felicitó a Andrés Manuel López Obrador dado que las preferencias lo señalaban como ganador de la contienda electoral.
Minutos después, en un breve anuncio, Jaime Rodriguez Calderón “El Bronco” reconoció que los resultados no le eran favorables, estimó un siete u ocho por ciento de las preferencias y coincidió con Meade en que las tendencias favorecían a López Obrador a quien felicitó y comprometió su apoyo desde la gubernatura de Nuevo León, a la que regresará tras la derrota en este proceso.
El tercero en reconocer su derrota fue el candidato de “Por México al Frente”, Ricardo Anaya Cortés, dijo ser un demócrata y que por esa sola razón reconocía que la tendencia favorecía a Andrés Manuel López Obrador, con quien, según dijo, ya había hablado por teléfono para felicitarlo por su triunfo; además aprovechó para retomar el tema de la investigación que la PGR sostiene en su contra acusando que todo fue con tintes electorales.
De esta manera, a las 21:00 horas ya la elección presidencial estaba decidida o al menos en términos del reconocimiento de las respectivas derrotas con lo que prácticamente el triunfo de Andrés Manuel se podía considerar como un hecho aún cuando el tabasqueño no había salido a realizar ningún anuncio al respecto; guardó las formas y esperó el mensaje de Lorenzo Córdova con los resultados de la encuesta de salida.
Sin triunfalismos ni derrotismos, los mensajes emitidos por los vencidos y el vencedor han dado tranquilidad a los mercados y hasta la medianoche de ayer el peso le ganaba terreno al dólar aunque los analistas consideraban que se necesitaba esperar a conocer cuál será la política económica de Andrés Manuel, las previsiones son positivas.
Suma mucho en positivo el hecho de que al final de la campaña disminuyera el radicalismo de su discurso, los empresarios también cambiaron su postura respecto al candidato; pasaron de un repudio absoluto a una aceptación con las reservas y eso abona a un ambiente más tranquilo.
Ahora el primer reto de AMLO y compañía será controlar a las huestes, a todos esos fanáticos que previo a la elección protagonizaron escenas grotescas en las que golpeaban y asaltaban personas solo por ser rubios o aparentar tener recursos bajo la consigna “cuando gane AMLO se les va a acabar”.
Resta un arduo y complicado trabajo de reconciliación en el que el objetivo debe ser la unificación del país; chairos y peñabots deberán hacer a un lado sus diferencias por el bien del país; lo que sigue es demostrar madurez en la derrota pero más aún en la victoria y comenzar a trabajar unidos en la construcción del país por el bien de todos.
Ahora le toca a López Obrador cumplir lo prometido y lograr los consensos necesarios para gobernar, crear alianzas y esperar que este capital político cosechado a lo largo de más de 18 años sirva y sea útil para el bienestar del país.
Por lo que toca a los partidos que a partir del 1 de diciembre serán oposición se viene un arduo trabajo de recomposición dado el daño que han sufrido en la búsqueda de las ambiciones personales o de grupo que generaron una importante división.
En el panismo urge una redefinición del partido, la obsesión de Ricardo Anaya por convertirse en candidato a la Presidencia dejó heridos en el camino, panistas valiosos que decidieron no sumarse dadas las formas del entonces dirigente del partido que, a su juicio, alejaron al partido de sus principios doctrinales para convertirlo en un ente mucho más pragmático que incluso lo llevó a una alianza contradictoria y sin sentido.
En el priismo las cosas no son muy diferentes, la imposición de un candidato no militante dejó un sinsabor que se vio reflejado en las urnas, el desdén del grupo del candidato hacia el partido fue el último clavo en la tumba de la campaña; quien haya convencido a José Antonio Meade que el PRI le restaba más que sumarle terminó por costarle la elección; el 24 por ciento de votos duros de la estructura tricolor pudieron haber sido una valiosa diferencia.
El problema con ambos candidatos fue que, de origen, se centraron en obtener la postulación como si ya con ello hubieran ganado la Presidencia; para ello generaron división en sus respectivos partidos y la incrementaron con actitudes hostiles hacia sus correligionarios, el resultado fue el abandono en las urnas resultado de su actitud.
Lo que sigue para PRI y PAN es la reconstrucción y redefinición, en ambos casos perdieron militantes jóvenes importantes que hoy militan en otros institutos debido a la falta de espacios y ambiciones que les cerraron las puertas.
La verdadera crisis para tricolores y albiazules no es haber perdido la elección sino haber perdido a sus jóvenes en el proceso porque ahora que se necesita una renovación no tienen los cuadros necesarios para ello.
Por lo que toca al PRD es el menos afectado, si bien perdió la capital del país, es un partido cuya militancia y dirigencia no tenia, desde el principio, la fuerza para salir adelante por sí mismo; su recomposición podría ser más rápida si la militancia joven logra seguir el camino del ascenso y la militancia vieja entiende que la renovación incluye dejar los espacios que ocupaban.
Así lo que sigue, al parecer, es una renovación general de los partidos que podría abrir la puerta a una nueva manera de hacer política en México de la mano de los jóvenes, quienes deberán llegar con nuevas ideas haciendo a un lado las viejas prácticas; lo que sigue es una posibilidad valiosa que no debe dejarse ir, la pregunta no es ¿qué va a pasar? La pregunta correcta es ¿estamos listos para lo que sigue? El tiempo lo dirá.
J. Israel Martínez Macedo